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Los síntomas de las enfermedades cardiovasculares. ¡Si no tengo síntomas estoy "bien"!

Los síntomas pueden ser definidos como todo aquello que una persona "siente", por ejemplo "dolor de cabeza", "dolor de panza", etc. En general, la aparición de algún síntoma, o signo (que es aquello que no sentimos pero notamos, por ejemplo, una mancha en la piel, fiebre, etc.), son lo que motiva la consulta al médico. Vamos, le contamos lo que nos pasa y el médico luego de interrogarnos, revisarnos y eventualmente solicitar algún estudio llegará a un diagnóstico y eventual tratamiento. También existen las consultas de prevención que ya son un paso más adelante. Vamos al médico para ver si estamos bien y detectar o prevenir los problemas a tiempo.


 


Los factores de riesgo cardiovascular, es decir, aquellos que aumentan el riesgo que padezcamos una patología cardiovascular como ser la diabetes, el colesterol elevado o hipertensión arterial entre otros son prácticamente absolutamente silentes, es decir, no dan síntomas. Más allá de la "cultura popular" que le adjudica un sinnúmero de síntomas que nunca fueron del todo comprobados y la verdad que no son confiables. Los factores de riesgo cardiovascular no producen síntomas y, por lo tanto, si no nos hacemos un debido chequeo jamás los detectaremos a tiempo. Siempre decimos que la aparición de los síntomas es en general cuando estamos llegando algo tarde porqué ya desarrollamos la patología cardiovascular por no haberlos atendido y controlado a tiempo, como ser un infarto de miocardio o accidente cerebrovascular.


 


En el consultorio de cardiología los síntomas más comunes que una persona puede relatar se suelen dividir en cuatro grupos. Los más frecuentes son: dolor o molestias en el pecho, disnea (falta de aire o sensación de dificultad para respirar), palpitaciones y mareos o desmayos.


 


 


Veamos en qué consisten los síntomas mencionados:


 


El dolor en el pecho es una molestia de intensidad y características muy variadas, puede ser una simple molestia o un dolor insoportable, puede ser una opresión en el pecho, ardor, dolor tipo puntadas e irradiarse hacia la mandíbula, dirigirse hacia el brazo izquierdo, abdomen o hacia la espalda. No siempre es equivalente de enfermedad coronaria pero puede serlo. Especialmente, si se acompaña de náuseas, sudoración y mareos. En este caso, el paciente inmediatamente tiene que consultar con un médico y no demorar la consulta bajo ningún punto de vista. Cada paciente puede sentir y referir el síntoma de una forma diferente y para eso es importante la experiencia del médico en el interrogatorio y los estudios complementarios como ser el electrocardiograma, ecocardiograma, estudios de esfuerzo como la ergometría y análisis de laboratorio, entre otros.


 


Causas de dolor de pecho hay cientos y a los cardiólogos nos toca descartar aquellas relacionadas con las enfermedades del corazón pero pueden tener la causa más variada como ser un problema respiratorio, de la parrilla ósteo-muscular, digestivo, etc.


 


El segundo síntoma que se puede presentar es la disnea o dificultad para respirar. Esto es la sensación de falta de aire, específicamente la falta de aire repentina, que obliga al paciente a detener la marcha o a sentarse por la noche por no poder dormir acostado. Es un síntoma que debe ser atendido ya que puede ser grave e implicar una enfermedad cardiovascular como la insuficiencia cardíaca. Igualmente, como para el dolor de pecho puede tener causas muy diferentes como los problemas respiratorios, una arritmia o simplemente psicógena, pero le toca al médico el diagnóstico e invitamos a la gente a no asumir causas para poder llegar al diagnóstico lo antes posible y disminuir el riesgo de exposición del paciente.


 


Otro síntoma para prestar atención son las palpitaciones, que se definen como "la percepción de los latidos del corazón", aquella actividad cardíaca que el paciente puede sentir. Habitualmente, se presenta como latidos rápidos en el corazón o alteración en el ritmo de los mismos. Aquellos que saben hacerlo, pueden tomarse el pulso, y si la frecuencia cardíaca es más de 100 por minuto, o menos de 60 por minuto, ese es un dato importante para saber si nuestro pulso está aumentado (taquicardia) o disminuido (bradicardia), lo que no necesariamente implica una patología, ya que un deportista en reposo puede tener una frecuencia cardíaca de 40 o 50 por minuto sin implicar patología, y una persona que hizo ejercicio, está nerviosa, tiene fiebre, dolor, tomó alcohol, café o fumó puede tener 120 por minuto de reposo y tampoco significar ninguna patología. De todos modos, hay cientos de arritmias (la mayoría benignas cuando no tenemos una enfermedad cardiovascular conocida de base) y debemos diagnosticarla debidamente para decidir si corresponde un tratamiento o no.


 


Por último, referimos sobre los mareos intensos o  desmayos, que cuando son con restitución íntegra llamamos "síncopes". Jamás deben ser pasados por alto y siempre hay que consultar, los hay desde los más benignos como aquellos por disminución de la presión arterial luego de estar mucho tiempo de pie (por ejemplo en la cola para hacer un trámite), asociado a un problema digestivo con excesiva pérdida de líquido u otras causas que generan una caída de la presión súbita. Y otros relacionados con arritmias o problemas más o menos importantes en el corazón. Para eso disponemos en el Instituto de Un departamento específico que se dedica a síncope.


En todos los casos, es necesario y fundamental la consulta médica para prevenir eventos mayores y conocer qué actitud tomar frente a estos síntomas. Y como mencioné más arriba, la ausencia de síntomas no garantiza la plena salud y siempre es aconsejable hacerse un debido control para detectar a tiempo todos aquellos problemas que no dan síntomas pero si consecuencias si no son abordados en tiempo y forma.


 




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